Nació en Tudela (Navarra) el 15 de diciembre de 1898 y murió en Pamplona el 21 de febrero de 1984.
Es el compositor navarro del pasado siglo más dotado e ilustre y al mismo tiempo víctima de silencio pertinaz.
Remacha realizó estudios brillantes en su ciudad natal, en Pamplona y Madrid. Ganó el Premio Roma y pasó a Italia, donde trabajó con Malipiero. Volvió, estudió solo la viola y sacó por oposición una plaza orquestal. Puso música a películas de Buñuel, dio a conocer las obras europeas del momento, ganó el Premio Nacional de Música de 1932 y se integró en el grupo bautizado como del 31 o de la república, del que fue la voz más personal e interesante. La guerra civil aventó a aquel puñado. Todos buscaron el exilio, menos Remacha que prefirió el silencio. Se quedó en Tudela atendiendo el negocio familiar de ferretería. En 1957 le buscaron para dirigir el recién creado Conservatorio de Pamplona, que dirigió hasta la jubilación en 1972. En 1981 volvió a recibir el Premio Nacional de Música.
El catálogo de Remacha no es largo, pero sí denso, con obras capitales en la música contemporánea española, como Jesucristo en la Cruz, Premio e la Semana de Cuenca (1963), los dos cuartetos, las páginas corales, el motete instrumental Quam pulchri sunt (1925), las Vísperas de San Fermín (1951) y las que deben su inspiración temática a motivos navarros como Rapsodia de Estella, Cartel de fiestas y La Bajada del Ángel, presentada en la catedral tudelana en 1979. Este fue su último estreno y su tributo a la ciudad natal, de la que era hijo predilecto desde 1975.

F.P.O. Gran Enciclopedia Navarra, tomo IX, pág. 429.

El Ayuntamiento de Tudela, con el patrocinio de la Diputación Foral, de la Institución Príncipe de Viana y de la Cajas de Ahorros de Navarra y Pamplona, organizó un gran concierto en la Catedral para estrenar la última obra de su hijo predilecto. La interpretaron el Orfeón Pamplonés y la orquesta Santa Cecilia, dirigidos por Javier Bello Portu.
Acudieron todas las autoridades provinciales y locales.
Los tudelanos se volcaron, demostraros su admiración y su cariño por Remacha. El ambiente era de una emoción electrizante. Acudieron a la Catedral en masa, llenando incluso las naves laterales donde permanecieron de pie.
Antes de comenzar la obra del estreno, el maestro Bello Portu pronunció unas palabras para presentarla. Nada más nombrar al autor, el público prorrumpio en una fuerte y prolongada ovación.
La obra está inspirada en la ceremonia que tiene lugar cada año el domingo de resurrección en la Plaza de los Fueros, en la que un niño disfrazado de ángel desciende deslizándose, sujeto por una maroma, sobre la imagen de la Virgen cubierta por un velo de luto tras la muerte de su hijo. El niño – ángel le destapa el rostro y, en ese momento, suena la Marcha Real y el público rompe en un cerrado aplauso al niño y al instante que simboliza la alegría de la nueva del Cristo Resucitado y el estallido de la pascua.
Remacha, en su música representó la procesión de la Virgen en duelo, el momento del encuentro con el ángel y la vuelta de la Virgen ya descubierta y el niño – ángel unido al cortejo (apéndice 20).
Para Don Fernando y su familia, fue una ocasión largamente esperada y uno de los días más felices de los últimos años del compositor. Hijos y nietos se reunieron en Tudela con el resto de la gran familia. Remacha y los suyos, rodeados por alumnos, amigos, y conciudadanos, llegaron a la Catedral y, después de asistir emocionados al concierto, compartieron la alegría y el homenaje de los tudelanos. El maestro, escoltado por todos ellos, fue saludado y felicitado por multitud de viejos amigos y jóvenes admiradores. Para todos tuvo una sonrisa y unas palabras amables. Ya no se sintió con ánimo de asistir a la comida oficial organizada en su honor por las autoridades y prefirió una más íntima con los suyos en un popular restaurante de la ciudad.

Del libro “Fernando Remacha, una vida en armonía” de Margarita Remacha. Páginas 104 y 109.