La maroma se movió más despacio que de costumbre. Esto permitió apreciar los enormes y expresivos ojos de Iñigo Antón, Ángel de Tudela el día 16 de abril de 1995. Iñigo fue un Ángel sereno, afrontó la mañana alegre y sin nervios, e hizo una representación impecable. Cuando comenzaron a vestirle su expresión cambió y apareció un niño muy involucrado en su papel, con una actitud muy responsable y perfectamente consciente de lo que iba a realizar. El día amaneció nublado y frío pero esto no impidió que se llenara la plaza de gente y que su “bajada” fuera magnífica.