De sonrisa permanente. Con gran sentido del humor y enormemente cariñoso, Rubén expresaba su afecto constantemente a todos los que estaban a su alrededor ayudándole a preparar uno de los momentos más importantes de su vida. Era feliz pensando en lo que le iba a suceder: representar al Ángel de Tudela el 27 de marzo del 2005. Su piel de porcelana y su pelo oscuro y rizado acentuaron todavía más su encanto. En todo momento tuvo gestos de complicidad con sus allegados: guiños de ojo, sonrisas, e incluso algunas palabras, tratando de tranquilizar a los más cercanos a él en esos instantes, y que emocionaban a todos los que las escuchaban. Rubén hizo una representación del Arcángel San Gabriel de una belleza arrolladora, fascinante, lanzando “aleluyas” cargadas de ternura a todos los tudelanos.